—¡Tenga
más cuidado!
La
señora, no anciana pero sí mayor, lo miró ofendida por el descuido. Jorge iba
con prisas y habían estado a punto de darse de bruces mientras cerraba el coche
a la vez que hablaba con su socio a través del móvil. Apenas había sido un
roce, lo suficiente para irritar a una residente de toda la vida en el
madrileño barrio de Salamanca como —se veía a primera vista— era esa mujer. El
peinado, la piel ya senil pero estirada y cuidada, la ropa cara y pasada de
moda, la pedrería falsa, aunque de diseño, de sus pendientes. Jorge tenía
probablemente tanto o más dinero que ella en su cuenta corriente. Si no lo
tenía, era solo cuestión de tiempo. Sin embargo, conservaba íntegros los
prejuicios de clase. Le reventaban las mujeres como ella.
—Que
le den —murmuró entre dientes.
Puede
que lo oyera o puede que no. La mujer se quedó atrás, indignada por la pérdida
de respeto y valores que vivía la sociedad actual. El socio de Jorge le
preguntó desde el móvil:
—¿Cómo
dices?
—No
te lo decía a ti, Alberto —se disculpó. Tampoco habría sido la primera vez,
pero ahora no era el caso—. Escucha, tranquilízate, hablaremos más tarde.
—Ya
tenías que estar aquí. Son las nueve menos cinco y la vista comienza a las
once. El cliente aún no ha llegado y tú tampoco. ¿Cómo quieres que me
tranquilice?
Alberto
y él eran socios del bufete de abogados Molina y Márquez. Alberto era Molina, y
él, Márquez. Formaban un buen equipo y el negocio marchaba. Ahora se traían un
caso importante entre manos y había mucho dinero de por medio. No es que a él
no le importase. Le importaba, y mucho. Por eso, antes de salir al estrado,
debía tener la cabeza fría y despejada.
—Tengo
algo que hacer. Estaré ahí en media hora.
Cortó
la llamada sin dar tiempo a que Alberto le preguntase qué era eso tan
importante que tenía que hacer. No le apetecía justificarse. No pretendía
justificarse. Lo cierto era que prefería no pensar demasiado en ello. Era solo
algo que necesitaba. Lo solucionaría rápidamente y seguiría con su día.
Empujó
las puertas de cristal y el olor a café exprés, tostadas y zumo de naranja
mejoró un poco su humor. La cafetería, en plena calle Velázquez, se encontraba
muy concurrida, pese a la crisis. Todo estaba limpio, reluciente, y tanto el
local como la clientela tenían un aspecto impecable. Lujoso pero de diseño
actual, moderno, elegante, caro. Jorge lo reconocía. Formaba parte de sus
contradicciones. Puede que los despreciase a ellos, pero le gustaba la buena
vida. Nada de miserias. Quería lo mejor y podía permitírselo.
De
una barrida examinó a la clientela: hombres trajeados ocupados en analizar
gráficas en sus iPads, jubilados de sombrero y corbata —antiguos médicos o
arquitectos de renombre— leyendo tranquilamente el ABC o La Razón; mujeres de
cuarenta que no tenían gran cosa que hacer porque otras mujeres se encargaban
de mantener limpias y en orden sus casas. Una de ellas, guapa y bien vestida,
se volvió y se lo quedó mirando. Jorge exhibió una sonrisa lobuna. Los ojos
acerados, la mandíbula cuadrada, el deseo hambriento y apenas agazapado,
saltando a la más mínima señal; la confianza que le brindaba saberse merecedor
de la codicia ajena. Era muy atractivo y además tenía ese algo que perturba y
fascina, sobre todo si, como ahora, actuaba movido por una imperiosa idea fija.
Y por supuesto también ayudaba el aspecto. La cuidada forma física, trabajada a
pulso en el gimnasio sesión tras sesión de krav
magá, y que se intuía sin dificultad bajo el formal traje gris marengo. El
corte de pelo, desenfadado lo justo para no parecer demasiado aburrido. La
exclusiva fragancia masculina de abusivo precio, con nombre de algún diseñador
francés de moda. Todo en él proclamaba a voces las palabras «poder»,
«seguridad» y «dinero». Puede que en gran parte fuese pura fachada, pero estaba
bien conseguida.
La
mujer de la mesa de enfrente esbozó una sonrisa tensa y se volvió a sus amigas.
Jorge la descartó. No tenía tiempo. No aquella mañana. Se giró hacia la barra y
vio a una chica joven y sola. No más de veinticinco, larga melena entre rubia y
castaña, maquillaje perfecto, sandalias de vértigo y vestidito de muñeca con
estampado de flores anunciando el verano que ya estaba en la calle. Podría haber
sido modelo, pero lo más probable es que fuese becaria en alguna de las
oficinas de la zona. Era ella. Su presa fácil. Su objetivo.
—¿Puedo?
La
joven levantó el rostro del móvil y se quedó algo desconcertada. A Jorge se le
daba bien producir ese efecto.
—¿Cómo?
Le
señaló el taburete contiguo y al bolso que descansaba sobre él. Había muchos
más sitios libres, pero pocas se negaban a un ruego. No si sabías cómo pedirlo.
—Claro,
espera —asintió, recogiendo el bolso con una sonrisa.
Se
sentó a su lado y ella volvió a bajar la vista al móvil y a los mensajes de
aviso que le llegaban. El de Jorge también sonó y le echó una ojeada a su vez.
—Lo
odio, ¿tú no?
—¿El
qué?
—Los
móviles, los mensajes… Tener que estar siempre pendiente. Nos dominan, nos
esclavizan.
Ella
sonrió más relajada.
—Sí,
yo también me agobio a veces. Son un vicio, aunque no es trabajo. Estoy
hablando con mi novio.
Lo
sabía, de alguna manera lo había adivinado o, al menos, lo había sospechado.
Además, no era tan difícil de predecir. Era preciosa, ¿por qué no iba a tener
novio? No le importaba. Su novio no era su problema.
—Entonces
es bueno para mí que él no esté aquí y yo sí.
Los
labios de ella se entreabrieron bajo su atenta mirada. La joven los humedeció.
El latente apremio de Jorge se agudizó con violencia. Su necesidad volvió a
alarmarlo. Le hizo dudar. Tal vez aquello no era buena idea. Tal vez debería
largarse, irse al despacho y ponerse a trabajar, a trabajar duro. Quizá
entonces conseguiría olvidarlo, al menos por unas horas. Pero también sabía
que, antes o después, necesitaría recurrir de nuevo a la caza. Y el instinto le
decía que aquella muchacha amable, novia atenta y administrativa, entregada a
una vida de tedio en cualquier empresa de la zona, podía convertirse, a menos
que las cosas se torcieran, en su provisional y ansiado bálsamo.
El
camarero interrumpió el hilo de sus pensamientos.
—¿Qué
va a ser?
—Un
café solo y cargado.
La
joven guardó el móvil en el bolso. Buena señal. Enseguida le pusieron el café.
Se lo tomó de un sorbo pese a que ardía. Sin respirar.
—Parece
que lo necesitabas.
Le
gustaba su sonrisa. Era franca y natural. Parecía una buena chica. No tenía que
pensar en eso. No se trataba de eso.
—Lo
necesitaba. Me gusta tomarlo todo a tragos cortos y fuertes. Me gusta tomar lo
que deseo en cuanto lo veo. No me gusta esperar.
Anunciarlo,
reconocerlo en voz alta, sentir la pulsión: latiendo, creciendo, palpitando.
—Vaya,
sí que eres intenso —murmuró, enredando con lentitud entre los dedos un lacio
mechón de su cabello.
No
siempre salía bien. A veces fracasaba. Entonces era peor. A la necesidad se le
unía la humillación, la vergüenza. Otra razón más para no fracasar.
—¿Cómo
te llamas? —dijo con una sonrisa.
—Cristina.
Cris…
La
sonrisa se amplió. Era su mejor carta.
—No
lo sabes bien, Cris.
Empujó
la puerta del aseo con su espalda mientras le comía la boca y atraía su trasero
hacia él para empotrarla contra su cuerpo. La puerta se abatió sola y él se
concentró en bajarle las bragas a la vez que se soltaba la hebilla del
cinturón. La chica exhaló un sollozo cuando la penetró sin más preliminares. De
pie, contra la fría pared del estrecho compartimento. Las manos sosteniendo sus
nalgas. Rápido, duro, fuerte. Tan duro, tan tenso, tan necesario que le era
doloroso. Los gritos ahora sin contener de ella. El alivio, cerca ya, a un
paso, siempre un poco más lejos. La crispación. La liberación por fin. Unas
migajas de placer. Una tregua.
La
muchacha temblaba entre sus manos. Si no la hubiese sostenido se habría derrumbado
en el suelo. No podía dejarla caer, pero ahora que había obtenido lo que quería
solo pensaba en largarse de allí lo más pronto posible.
—¿Estás
bien?
Ella
le devolvió una mirada extraviada. Normal. No estaban habituadas, no como él.
—Esperaré
si lo necesitas.
Era
su forma de decir que prefería no esperar. La mayoría de las veces lo aceptaban
sin replicar, incluso si llegaban a darse cuenta de que solo las había
utilizado igual que se utiliza un Kleenex.
—No,
no… Estoy bien, de veras.
—De
acuerdo, entonces saldré yo antes. Me ha gustado conocerte, Cris.
Cris,
con el pelo enredado, la ropa interior hecha pedazos y el rojo de labios
corrido consiguió reunir fuerzas para responder con una sonrisa y la mirada aún
un poco ida.
—Sí,
ha estado bien.
Salió
de los aseos ignorando los rostros atónitos y escandalizados que dejó tras de
sí y ajustándose el nudo de la corbata. Eran las nueve y media.
Ya
podía comenzar a trabajar.
Ya falta menos!! aunque yo soy de las que no leen adelantos hasta tener el libro jeje
ResponderEliminarbesos
Ya decía yo, qué rapidez!! XD Gracias, Patry, Por eso mismo he estado conteniendo las ganas, pero ya no me he podido resistir más :P Menos mal que mañana a estas horas ya casi estará ;) Un besazo!!!
ResponderEliminarMadre mía!!!! Que comienzo de jornada... Jajjaja me encanta!!! Deseando saber más de este hombre!!
ResponderEliminarBesotes!!!
Buff! Ya dejándonos con ganas de más, jejeje. Empieza directo ;) Muy prontito conoceré mejor a Jorge, ya que tenemos una cita, jajaja ;)
ResponderEliminarBesos!!!
Estoy en shock desde ayer! :P
ResponderEliminarEste Jorge me va a matar! Menudo calor! Creo que con este libro tuyo me va a dar una combustión espontánea de esas, eso o un infarto...ya verás ya! xD
Ya no queda nada, esta noche a las 12, el señor Amazon me lo enviará a mi tablet!
Estoy deseando hincarle el diente!
Un abrazote! Muaksss <3 <3 <3 <3
XD Marisa, así sí que se nos va a pasar el frío. jajajaja... Que bien empieza por la mañana, este Jorge nos va a llevar de cabeza.
ResponderEliminarBesos.
Si ese es solo el comienzo, no quiero saber lo que nos depara el resto, jajaja !!!
ResponderEliminarMa-dre mí-a !!!! Mejor lo leemos sentadas, que vienen curvas !
Gracias por el adelanto, en breve, más !
Besitos !
Huyyy que ricooo que hombree
ResponderEliminarXDDDD Gracias a miles!!! *.* Esta es de esas veces que te sientas a escribir y dices: vamos a empezar con ganas XD Es solo un trazo y espero más que nada que os guste el conjunto. Ahora que ya no falta nada para que esté disponible quiero agradeceros también el apoyo. Ha sido una preventa larga y siginifica mucho para mí que hayáis estado ahí queriendo saber más y manteniendo en alto el interés. Solo deseo poder recompensároslo. Muchas muchas gracias <3 <3 <3 <3 <3
ResponderEliminarAgárrate que vienen curvas, jejeje, me encanta este principio empotrador e intenso :D
ResponderEliminarInteresante principio! Estoy deseando comprarlo para seguir leyéndolo, parecía que estaba viéndolo en 3D en mi cabeza como una película mientras estaba leyendo este principio. Saludos!
ResponderEliminarMuchísimas gracias!!! Me gusta que la forma de narrar sea muy visual, sí :))) Espero que si te animas el resto te guste al menos lo mismo. Un beso grande!!!
Eliminar