Mi primera vez

Fue este viernes. No estaba muy nerviosa porque sabía que iba a estar entre amigas y toda la gente que me quiere, aunque reconozco que según se acercaba la hora comencé a preocuparme un poco. A lo mejor debería haber preparado algo, ¿y si me quedaba en blanco? ¿Y si me dispersaba aún más de lo habitual y empezaba a balbucear frases inconexas? Pensé en preparar un guion un poco más elaborado del que tenía, pero llegó la hora y no me dio tiempo a más.

Lo bien que se me da sintetizar y lo mala que soy llevándolo a la práctica...

A las siete ya estaba allí, justo a la vez que las chicas de Teo Galán, la librería, que no pudieron ser más adorables y estuvimos preparando la mesa y posando en plan "que se vea bien el libro".

Enseguida empezó a llegar gente, mucha más de la que esperaba, porque al fin y al cabo era tarde y víspera de un festivo en el que son muchos los que se desplazan, y porque, de veras, me ven a diario. Son mis vecinos, mi familia, mis amigas... Pero ahí estaban todos. También gracias a Carolina, nuestra bibliotecaria y el alma y la artífice de que todo saliera tan bien, que hizo correr la voz y que solo con su presencia nos transmitió calma y buenas vibraciones.

 

Llegó el momento de empezar. Marisa, concejala de Cultura, (gracias a miles, Marisa) presentó el acto, y se suponía que a continuación Lidia, de Cielos de papel (bloguera, pero sobre todo amiga, confidente y especialista en motivar y regalar confianza a todos los que tenemos la inestimable suerte de gozar de su amistad) me presentaría a mí y a La Dama. Yo le había puesto a Lidia en el compromiso con muy poco tiempo de antelación. Era la primera vez para las dos, era un pequeño consuelo saber que ella estaría tan nerviosa como yo (para que luego digan que soy buena gente...) También sabía que la de Lidia es una de esas amistades a toda prueba, así que me sentía muy feliz de tenerla a mi lado. 

Pero cuando Lidia debía empezar a hablar y se negó en redondo porque el proyector no se conectaba al portátil, nuestra amistad y mi confianza pasaron por momentos difíciles. (Jamás olvidaré esa mirada, Lidia... XDD). Tuvimos que pedir ayuda técnica (mil gracias, Antonio) mientras Marisa salía al quite y yo tomaba aire.

Cuando por fin la tecnología colaboró, comprendí por qué Lidia no estaba dispuesta a rendirse así como así. También comprendí entonces que debí de haberlo imaginado, pero es que... creo que por mucho que lo hubiese intentado jamás habría imaginado algo así.

Marisa Grey me arrancó las primeras lágrimas de la velada (yo, que me había hecho la escéptica cuando Lidia sacó la caja de Kleenex.) Pero Marisa sabe bien que soy de lágrima fácil, y también sabe, o espero que sepa, lo importante que es para mí nuestra amistad. ¡Marisa, te debo mucho más que una, pero te las pagaré!

Cuando me serené, Lidia contó cómo nos conocimos, por culpa o más bien gracias a El juego de la inocencia, y eso que Louis no es santo de la devoción de Lidia, pero aún así, llamadlo casualidad, llamadlo destino (porque no todo puede ser coincidencia), me siguió en las redes y yo le pedí amistad. Algo que tampoco suelo hacer por eso de no avasallar, pero con ella (otra vez el destino) hice una excepción. Luego descubrimos que teníamos amistades comunes, como M.C. Sark. 

Cris vive demasiado lejos y no había forma de que estuviese en la presentación, o eso creía yo:

Volví a llorar, claro, pero a la vez fue tal subidón de ánimo, de confianza, de sentimientos positivos, que en cierta manera creo que ya no me preocupó lo que vendría a continuación. Creo que di por hecho que saldría bien, no podía ser de otra forma. Con tantos amigos, tanta gente que vino de lejos, Leonor Basallote, Mara Oliver ♡ ♡ ♡ tantos que lo teníais complicado e hicisteis el esfuerzo por estar. Y lo fue, fue perfecto. Lo dije a la vuelta y lo sigo creyendo. Ojalá haya muchas presentaciones, pero ninguna será como esta.

Dije muchas cosas en la presentación, tantas que la mayoría no las recuerdo, pero hay algo que siempre tengo presente. Lo mejor no tiene por qué ser el destino. Con frecuencia, lo verdaderamente importante, lo valioso, es el camino, el viaje. Muchas veces no tienes claro dónde vas, cuál es el objetivo, si lo estás haciendo bien o mal. Pero el del viernes fue uno de esos días en los que das por bueno todo el esfuerzo, todo el tiempo, todas las dificultades y los momentos de desánimo. 

Y por si alguna vez se me olvida siempre tendré esto para recordarlo.

Y siempre, siempre, merecerá la pena luchar por lo que se ama.