Hace un par de días Facebook me recordaba que se cumplía un año de la publicación de Lo que arriesgué por ti. Dos años antes y con muy pocos días de diferencia se publicaba Nadina, El último baile nació a finales de febrero de 2017 y La Dama llegó a las librerías un primero de noviembre de 2015. Entre medias estuvieron Jorge e Irene con Tú en la sombra, la reedición de El juego de la inocencia, algunos relatos más o menos largos, la revisión de Kate Bentley y Mentiras que salieron en digital... Todo esto viene a cuento (lo comentaba el otro día en el directo con Carolina ❤), porque después de cinco años de ritmo constante, para este 2020 no tenía nada previsto. Ni en capilla, ni en el cajón, ni en la reserva... Nada.
Muchas emociones, muchas palabras |
Publicar con editorial (si autopublicas es distinto) es un proceso largo, desde que un manuscrito está más o menos presentable hasta que ve la luz puede pasar fácilmente un año. Así que no os extrañe si os cuento que, desde que terminé el borrador de Antje y Dmitry, han transcurrido dos años y desde entonces (quitando el caramelo que fueron Josh y Milie) apenas he escrito.
Primero iba a tomarme un descanso (de veras que lo necesitaba), y me lo tomé, hasta que me tentó una idea. Una idea que no era nueva, pero a la que siempre he querido volver. Empecé, pero de otra manera, tomándomelo con calma, parando para buscar información, y, cuando me quise dar cuenta, la publicación de Lo que arriesgué por ti estaba encima y paré en seco, en parte por la promo y en otra, porque me volvieron a abducir (nunca consigo soltarme del todo, de hecho, me cuesta cada vez más y eso es parte del problema). Tras el verano decidí retomar el manuscrito, le di una vuelta, borré capítulos enteros (nunca antes lo había hecho), reescribí, creí encarrilarme, pero entonces... Entonces tampoco pudo ser. Volvió a suceder algo que me detuvo y volví a dudar con ella. A ratos recuperaba las ganas y otros perdía por completo la fe. Con el nuevo año hice buenos propósitos, conseguí avanzar un poco. Esperaba la primavera y la bajada en el trabajo para ponerme en serio y quizá, si recuperaba el impulso, podría estar lista para finales de verano y ya (independientemente de cuando se publicase), no habría sido un año perdido.
Y supongo que no hace falta que os cuente lo que pasó a continuación.
De todas las cosas extrañas, todos los pronósticos, los temores, las situaciones inesperadas, lo que jamás habría imaginado era que nos veríamos encerrados en casa, en un absurdo y desconcertante impasse, vigilando las noticias y rogando porque ese enemigo invisible y terriblemente aleatorio que es el COVID19 no nos toque de cerca.
Ante este panorama lo que menos me preocupó fue el bloqueo (los meses en los que las palabras no fluían, la inseguridad cuando revisaba las pocas líneas que escribía, la contradicción entre la falta de ganas y lo mucho que echaba de menos escribir). Pensé (entre las miles de cosas que nos ha dado tiempo a pensar durante esta cuarentena) que quizá ya nunca más publicaría y que tampoco pasaba nada (porque fue muy bonito mientras duró, pero nada dura para siempre, e incluso el confinamiento, aunque se nos esté haciendo eterno, también terminará).
Pero entonces me escribió Elisa. Y me tentó. Y leí un relato de Erika. Y me conmovió. Y aunque también dudé, de alguna manera (si hay un método, yo todavía no lo he encontrado) se alinearon los astros y de nuevo fluyó. Alicia y Manuel cobraron sentido y se convirtieron en reales.
París puede esperar no es más que una historia corta, no llega a las diez mil palabras, cuarenta y ocho páginas, y es gratis, o sea, que no voy a ganar con ella ni para amortizar los capuchinos de sobre que me tomé mientras la escribía (no importa, los disfruté igual). Y, sin embargo, en solo una semana, además de muchas alegrías (¿cómo iba a imaginar que llegaría al nº 1 de descargas en Amazon y en iTunes?), de muchas emociones (los mensajes que me guardo solo para mí), lo que me han dado Alicia y Manuel es, ante todo, una lección: las mejores cosas llegan cuando no las esperas.
Y por más paradójico que resulte justo cuando nos ha sobrevenido algo tan terrible, quiero pensar que detrás de tanto dolor también nos aguarda algo bueno. Aunque sin duda, no llegará por sí solo, tendremos que trabajar mucho, que resistir mucho, que apoyarnos los unos en otros para que suceda.
Primero iba a tomarme un descanso (de veras que lo necesitaba), y me lo tomé, hasta que me tentó una idea. Una idea que no era nueva, pero a la que siempre he querido volver. Empecé, pero de otra manera, tomándomelo con calma, parando para buscar información, y, cuando me quise dar cuenta, la publicación de Lo que arriesgué por ti estaba encima y paré en seco, en parte por la promo y en otra, porque me volvieron a abducir (nunca consigo soltarme del todo, de hecho, me cuesta cada vez más y eso es parte del problema). Tras el verano decidí retomar el manuscrito, le di una vuelta, borré capítulos enteros (nunca antes lo había hecho), reescribí, creí encarrilarme, pero entonces... Entonces tampoco pudo ser. Volvió a suceder algo que me detuvo y volví a dudar con ella. A ratos recuperaba las ganas y otros perdía por completo la fe. Con el nuevo año hice buenos propósitos, conseguí avanzar un poco. Esperaba la primavera y la bajada en el trabajo para ponerme en serio y quizá, si recuperaba el impulso, podría estar lista para finales de verano y ya (independientemente de cuando se publicase), no habría sido un año perdido.
Y supongo que no hace falta que os cuente lo que pasó a continuación.
De todas las cosas extrañas, todos los pronósticos, los temores, las situaciones inesperadas, lo que jamás habría imaginado era que nos veríamos encerrados en casa, en un absurdo y desconcertante impasse, vigilando las noticias y rogando porque ese enemigo invisible y terriblemente aleatorio que es el COVID19 no nos toque de cerca.
Ante este panorama lo que menos me preocupó fue el bloqueo (los meses en los que las palabras no fluían, la inseguridad cuando revisaba las pocas líneas que escribía, la contradicción entre la falta de ganas y lo mucho que echaba de menos escribir). Pensé (entre las miles de cosas que nos ha dado tiempo a pensar durante esta cuarentena) que quizá ya nunca más publicaría y que tampoco pasaba nada (porque fue muy bonito mientras duró, pero nada dura para siempre, e incluso el confinamiento, aunque se nos esté haciendo eterno, también terminará).
Pero entonces me escribió Elisa. Y me tentó. Y leí un relato de Erika. Y me conmovió. Y aunque también dudé, de alguna manera (si hay un método, yo todavía no lo he encontrado) se alinearon los astros y de nuevo fluyó. Alicia y Manuel cobraron sentido y se convirtieron en reales.
París puede esperar no es más que una historia corta, no llega a las diez mil palabras, cuarenta y ocho páginas, y es gratis, o sea, que no voy a ganar con ella ni para amortizar los capuchinos de sobre que me tomé mientras la escribía (no importa, los disfruté igual). Y, sin embargo, en solo una semana, además de muchas alegrías (¿cómo iba a imaginar que llegaría al nº 1 de descargas en Amazon y en iTunes?), de muchas emociones (los mensajes que me guardo solo para mí), lo que me han dado Alicia y Manuel es, ante todo, una lección: las mejores cosas llegan cuando no las esperas.
Y por más paradójico que resulte justo cuando nos ha sobrevenido algo tan terrible, quiero pensar que detrás de tanto dolor también nos aguarda algo bueno. Aunque sin duda, no llegará por sí solo, tendremos que trabajar mucho, que resistir mucho, que apoyarnos los unos en otros para que suceda.
Y será mejor y más fácil si lo hacemos juntos |
No tengo la menor idea de qué voy a hacer de aquí en adelante, si retomaré esa historia que tengo a medias (menos que a medias, en verdad), si empezaré algo distinto, si me quedaré en blanco de nuevo (todo es posible) y estaréis de acuerdo conmigo en que es lo que menos importa en estos momentos. Pero hay algo que sí tengo claro: quiero ver lo que viene detrás, quiero poner todo de mi pequeña e insignificante parte para que esto acabe pronto y quiero seguir dejándome sorprender.
Y espero, con un poco de suerte, seguir contándooslo. Cuidaos mucho, que a vosotros también os espero.
Amore, hacia siglos que no pasaba por aquí. Pero si algo está consiguiendo el Covid-19 es que me replantee todo. Presente y futuro. He decidido emprender nueva aventura para suavizar las sensaciones que me está provocando el encierro, y ya tengo nueva locura blog. Solo paso para decirte que esta misma tarde pienso darme el placer de leer tu nueva historia. Te mantendré informada. Esto, como todo, también pasará. Nunca llueve eternamente. Un besazo inmenso.
ResponderEliminarYa te sigo en esa nueva aventura <3 Me ha encantado el nombre y esa chica en la ventana <3 <3 <3 Listas siempre para lo que tenga que venir, Beka, seguimos!!!
EliminarMe quedo con la esperanza de lo que vendrá, de esperar a que llegue.
ResponderEliminarNo son buenos tiempos para nadie pero lo que sabemos seguro es que refugiarse en las cosas que nos consuelan y nos hace felices siempre nos ayudará a resistir ante esta realidad que nos supera.
Si me has enseñado algo estos años es que nunca hay que dar el tiempo (aunque sea el de este impasse) por perdido y que muchas historias tienen su momento. Como la de Alicia y Manuel.
Y mientras tanto, aquí te espero. Con muchas ganas y más historias.
"Nunca el tiempo es perdido..." Lo dice alguien que sé que las dos amamos. No son buenos tiempos, pero llegarán mejores y los cogeremos con todas las ganas. Cuento contigo, Lidia. Siempre ♡
EliminarY lo que queda por venir... y no lo digo como un pájaro de mal agūero sino como el azul de la felicidad, ese que se deja ver cuando no lo buscas, algún día y hablsndo en plata: LA SICILIA LO VA A PETAR EN VENTAS, A LO GRANDE!!!
ResponderEliminarUn abrazo inmenso
XDD Te compro ese sueño!! Y espero por todos los que vendrán, algunos muy pronto ♡ Vamos por más, amor!!
EliminarEs una historia preciosa, Marisa. La leí ayer, en un suspiro. Es la cuarta historia corta, y la tercera con el confinamiento como hilo conductor, que leo desde que empezó todo esto, y es que me cuesta horrores leer, y no digamos escribir. Al menos algo estoy corrigiendo, pero esto nos ha cambiado el ritmo a todos. La incertidumbre nos tiene viviendo al día, pero por suerte hay cosas, pequeños gestos, momentos especiales, que nos llegan y nos empujan un poquito más hacia adelante, y nos recuerdan que todo pasa, y esto también pasará. Gracias por haber puesto tu parte en uno de esos ratos esperanzadores y maravillosos.
ResponderEliminarGracias, Lucía *_* Creo que hemos pasado por todos los estados posibles estos días, y después del shock y de la pausa forzosa, ahora toca tirar para adelante (que no es lo mismo que tirarse a la calle XD). Llegarán nuevas historias y muchos de esos momentos especiales, seguro. ¡Un abrazo enorme y dale a esa corrección!
EliminarCreo que has resumido muy buen algo que nos suele suceder a menudo: las cosas no suceden como uno tiene pensado pero por suerte, eso no significa que sea malo.
ResponderEliminarMe alegra saber que este relato te ha reportado buenos momentos. No me atrevo a decir que mientras lo escribías porque eso solo lo sabes tú, sino por lo que ha venido después.
Mi humilde opinión es que no te obligues, deja que todo fluya. Te gusta demasiado escribir y lo haces demasiado bien como para que lo aparques definitivamente, lo sabes, jajajaja! Además de que no creo que tus lectoras te lo permitiéramos.
Un besote enorme!
Aquí entre tú y yo, Maribel, me ha traído muchas alegrías una vez publicada, pero escribirla ha sido lo mejor que me ha pasado en todas estas semanas. Así que me temo que tienes razón, antes o después volveré a caer... XD ¡¡Gracias de corazón por el apoyo moral ^_^ y miles de besos!! ♡
EliminarDate el tiempo que necesites, seguro que valdrá la pena. Me alegro de que te haya hecho feliz escribir este relato.
ResponderEliminarUn beso 😙😘
Gracias, Noemí ♡ Voy a dejarme llevar y a confiar en la marea. Es más fácil sabiendo que cuento con vosotras ♡♡♡ ¡¡Besos enormes!!
EliminarHola!!
ResponderEliminar¿Quien no se ha aburrido hasta el infinito cuando mejor se lo esperaba pasar y ha disfrutado lo nunca visto en ocasiones de las que no esperaba nada?
La vida es así y si estuviera todo escrito y no nos diera sorpresas, ¿qué aburrido, no?
¡Espero que esa situación de no volver a escribir no se convierta nunca en realidad! Escribe, aunque sea para ti, creo que eres de esas autoras que lo necesita, como muchísimas otras, pero no todas
A ver si mañana me voy a París contigo, que me apetece mucho y no quiero que espera más ;)
Un besote
La vida siempre nos da más de lo que esperamos, para lo bueno y para lo malo, pero por ahora, ya toca que sea de lo bueno,, así que ojalá que empiece ya mismo, a partir de mañana ^_^ Besos grandes, Pepa. Al menos nadie nos quitará seguir soñando ♥
EliminarMe ha encantado que nos hayas contado ese bloqueo creativo. Por supuesto, los escritores sois humanos, tenéis bloqueos, creais-borrais, y os pasa lo mismo que a cualquiera de nosotros. Aunque suene un poco raro todo esto, déjame que lo escriba, porque yo sencillamente os veo como superpoderosos. Es tan difícil lo que hacéis, tan complejo, que no puedo hacer más que admiraros.
ResponderEliminarAsí que nada de pensar que nunca más habrá una historia. El superpoder no desaparece de la noche a la mañana. Es más, es inherente a ti. De la forma que sea, muchas más historias vendrán.
Por cierto, confinamiento casi desapareciendo: oeooeoeoe! Un beso.
Ay!! Me voy a guardar eso del superpoder, los dones siempre son caprichosos, ¿verdad? Nunca pueden darse por sentados, pero tampoco estaría bien renunciar a ellos. Me apunto, y sé que tú también, a no darnos por vencidas. Y sí!! ¿Verdad que los días son más luminosos últimamente? XD Vamos a por esas historias y a por esos nuevos caminos, M. Ángeles <3 <3 <3
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