Se trata de Lo que un día fue amor de María Mocanu.
María Mocanu, Mokka, para las amigas, acaba de lanzar en Amazon su primera novela, por ahora en formato kindle pero en enero también en papel, y si os gustan las historias de amor -¿y a quién no le gustan?- no os la podéis perder.
Lo que un día fue amor cuenta la historia de Margaret, una joven noble que guarda como un tesoro el recuerdo de su amor de niñez por Richard, un buen amigo de su familia. Richard sacaba a Margaret unos cuantos años y ella le amaba como se ama cuando eres una niña, con inocencia y devoción... Las circunstancias hacen que Richard desaparezca de la vida de Margaret, y que esta tenga que enfrentarse a una realidad bastante ingrata, sin embargo ella seguirá atesorando ese amor idealizado durante los muchos años de ausencia.
Cuando su padre decide casarla obligada con el cortés, pero frío, Edmund Woodville, Margaret termina por consentir, pero se niega a entregar su afecto a ese desconocido. La relación entre el matrimonio no es que sea precisamente idílica, cuando el repentino regreso de Richard lo trastornará todo aún más... ¿Conseguirá Edmund ganarse el corazón de Margaret o le pertenecerá por siempre a Richard?
Pues ese es el comienzo de Lo que un día fue amor. Reconozco que el planteamiento me gusta mucho, porque me resulta muy atractivo el enfrentamiento entre un amor idealizado y otro aparentemente menos perfecto, pero más real. Por otra parte sospechaba lo que ocurriría al final, y si vosotras también lo pensáis, ya os digo yo que os equivocáis, igual que me equivoqué yo...
Y eso es justamente lo que más me ha gustado de la novela, aparte del exquisito gusto con el que está contada. Y es que Mokka escribe con serenidad, con un estilo lleno de encanto y preciosos detalles, pero en cambio su espíritu es travieso y se divierte jugando con sus lectores, y lo mejor es que a los que la leemos nos divierte todavía más.
Dejaos sorprender y enredar en la sutil madeja de Mokka y dadle una oportunidad a Lo que un día fue amor. También vosotros dudaréis con Margaret, una muchacha educada, inteligente y razonable pero infantilmente apegada a sus recuerdos. ¿Os enamorará la persistencia de Edmund o caeréis en los encantos de Richard...? Os aseguro que no es una decisión fácil y cuando os queráis dar cuenta os habréis leído la historia en un suspiro, porque si alguna pega se le puede poner es que se hace extremadamente corta, y no tanto porque lo sea, sino por lo fácil y ameno de su lectura.
Y como lo mejor en estos casos es dejar hablar al autor os dejo con un fragmento de la novela y con el enlace dónde la podéis encontrar...
—Señorita Oakland
-empezó él-, supongo que se estará preguntando por qué su padre nos ha dejado a
solas.
—Es Ud. muy
intuitivo, señor Woodville. Estaba pensando exactamente en eso. Es una
indecencia estar con Ud. a solas, cosa, como seguramente sabrá, consentida
solamente a los prometidos.
—Así es y espero
que lo que le voy a decir pueda disipar sus dudas. Parece Ud. sensata y
razonable, por lo que me voy a permitir ser sincero y directo. Su padre no es
ningún desconocedor de la ética, como Ud. bien sabe.
—¿Qué quiere decir
Ud., señor Woodville? -indagó ella fijándose en él por primera vez.
Lo había visto, sí, pero no mirado aún.
Era demasiado joven para ser tan buen amigo de su padre. Tendría treinta años.
Era un hombre agradable. Está bien, apuesto. ¡Vale!, era más que apuesto. No
como su Richard, claro. Nadie era como su Richard, pero tenía atractivo: alto,
fornido, ojos grises, bronceado y vestía impecablemente. Y tenía un envidiable
dominio de sí mismo, cosa que añadía a su natural encanto.
—¿Señorita Oakland?
Tengo la impresión de que se encuentra a millas de aquí -concluyó.
—Oh, perdone.
Dejarme llevar así cuando Ud. tiene algo importante que decirme… Perdone mi
despiste. ¿Decía Ud.?
—Decía que si su
padre nos ha dejado a solas como si fuéramos prometidos, es porque lo somos
-repitió él.
Margaret se quedó
de piedra. Seguramente había escuchado mal.
—¿Perdone? - dijo,
no pudiendo creer a sus propios oídos.
—Lo ha escuchado
bien, señorita Oakland o mejor dicho Margaret ya que somos prometidos nos
podemos tutear, ¿no crees?
—Oiga, señor
Woodville, no estoy para bromas. Me parece de muy mal gusto que haga mofa de
algo tan delicadamente privado como la vida y el futuro de alguien. Con su
permiso -se encaminó ella hacia el pasillo que llevaba a su dormitorio.
—Su padre se está
muriendo, señorita Oakland.
Esas palabras
helaron su mano en el pomo de la puerta.
—Antes de ir a
echarle nada en cara, le aconsejo que piense en que su corazón es demasiado
débil como para aguantar una discusión con Ud. Por eso me he permitido, como
prometido suyo que soy, hablarle en persona de su enfermedad. Y, claro está, no
hace falta decirle que es un asunto de suma delicadeza y confidencialidad, por
lo que cuento con su total discreción.
—Deje ya de
llamarse mi prometido. Yo no he dado el consentimiento a ningún compromiso, que
yo sepa. Además, veo el matrimonio como algo sagrado, y lo de que me está
hablando tiene mucho aspecto de farsa, señor Woodville.
—Me llamo Edmund
-la corrigió él.
—Asumo plenamente
el riesgo de parecer una maleducada, pero me importa muy poco como se llame.
Desde luego que presentarse aquí reclamando sus derechos sobre mí, sin siquiera
conocerme, me parece una falta de respeto de lo más aberrante.
—Pensaba que a las
señoritas de buena familia se les instruía sobre lo que es la vida de un
aristócrata, no me diga que nunca ha oído hablar sobre los matrimonios de
conveniencia. Y no me he presentado aquí por gusto propio, créame. He cedido
después de que su padre me contara lo de su afección. Además está muy
preocupado por Ud., por lo sola que se pueda sentir después de su muerte, ya
que no tiene hermanos y su parientes viven muy lejos de aquí.
—¿De verdad? ¡Qué
exageración! Pero si resolvió este problema hace dos años, cuando me presentó a
la más encantadora de las madrastras -dramatizó.
Estaba furiosa, de no ser por los años de
experiencia en el dominio de la buena conducta, habría expresado toda su ira de
forma muy poco distinguida para una señorita de su rango, practicando
arrebatadamente el tiro al plato e imaginando la cara de su madrastra dibujada
en ellos.
—No hace falta que
se ponga cínica, señorita Oakland. Sabe muy bien que su herencia queda sin
tocar.
—Oh, esto es lo que
más me preocupa -continuó dramatizando Margaret.
—Además, me ha
hablado mucho de Ud. Créame o no, pero es como si la conociera desde hace
mucho.
—Pues para mí no
basta con eso para casarme con alguien. No si no hay… -se cortó.

Muuuy buena reseña!!! no puedo decir más que conincido plenamente contigo, Ari!!
ResponderEliminarUn abrazo, guapa!!!
Totalmente de acuerdo con Sil. La reseña está muy bien hecha, Ari, lo vuelvo a decir, :D. Y desde luego muchísimas gracias por tomarte el tiempo en hacerla. Te lo agradezco de corazón.
ResponderEliminarGracias, :*.
Besuchones,
Mokka
Ni más claro ni más alto. Está genial y acierta completamente!!!! A mi me ha chiflado!!!!
ResponderEliminarOjalá que haya suerte y se vaya corriendo la voz, porque está muy, muy bien y lo único que necesita es que funcione el boca a boca :)))
ResponderEliminaraiiiss que biiieeennn la voy a tener el papel!!! que ganitas!! jejejejeje
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