No es nada habitual que las mujeres protagonicen películas de
acción. Todavía con mucha más frecuencia son ellos los fuertes, valientes y
determinados y quienes acaban con los malos. Siempre hay excepciones, claro está, hace
nada vi a Charlize Theron en Atómika
recibiendo golpes y repartiéndolos en el Berlín pre caída del
muro (y sin despeinarse ni perder un ápice de atractivo) y también están las protagonistas de las sagas Divergente y Los juegos del
hambre, chicas jóvenes y sobradamente preparadas para salvar a la
humanidad. Mi heroína de acción favorita
es un poco anterior y la prefiero a otras porque tiene
miedo.
No es que tener miedo sea algo excepcional, me vienen a la memoria muchas películas bélicas con soldados aterrados, o atracos perfectamente planificados que fracasan porque alguien pierde los nervios. Pero como os decía, me interesan especialmente las mujeres con miedo y una con muy buenas razones para estar asustada es la teniente Ripley.
Recuerdo muy bien la primera vez que vi Alien. Me quedé sola un sábado por la noche (algo rarísimo porque
en casa éramos seis, por eso no lo he olvidado). Cuando terminó la película
tuve que salir a tirar la basura. Era una noche de verano, no había muchas
posibilidades de que un alien decidiese aparecer justo en ese momento y se introdujese en mi cuerpo, pero lo que sentí cuando algo se cruzó en mi
camino fue auténtico pánico.
Era un gato, un gato trasnochador e inofensivo, pero ¿no estáis de acuerdo conmigo en que el miedo
es libre?
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Menos mal que aquel otro animalito no era tan efusivo |
Cuentan que el papel de Sigourney Weaver estaba
escrito para un hombre (he leído que incluso se barajó a Paul Newman, pero que se
les iba de presupuesto). El caso es que esa limitación hizo que le ofrecieran el papel a una mujer
y por eso Ripley es tan dura y resolutiva, asume el mando sin vacilar y la
relación con sus compañeros es solo profesional. De todo esto me he enterado
después (como de que mucho más recientemente, para dar a Sandra Bullock el papel
previsto para Tom Cruise en Gravity, los estudios
exigieron que se incluyera en el guion a un exnovio de la NASA) y, sin embargo,
para mi Ripley es una de las mejores y más creíbles heroínas femeninas jamás vistas
en una pantalla (al nivel de Scarlett O´Hara elevando un rábano al cielo y proclamando que jamás volverá a pasar hambre). Y si bien es cierto que durante toda la
película nos la muestran aséptica, andrógina incluso, esa ambigüedad desaparece
al final, cuando Sigourney se relaja, se quita el
mono y se queda en ropa interior —como haríamos cualquiera de nosotras cuando
llegamos a casa y nos sentimos seguras—, abandona esa dureza que ha usado
como coraza durante todo el metraje y se dulcifica.
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¿Quién dice que hay que gastar un dineral en lencería para estar bella y femenina? |
Pero ni en la vida ni en las películas puedes dar nada por hecho. Es en ese momento de máxima vulnerabilidad cuando Ridley Scott decide mostrarnos lo difícil que es librarte de tus temores. Si os dan asco las cucarachas, seguro que podéis entender el terror de Ripley. No sé vosotros, pero yo asumí que no había salida. Sin embargo, a pesar del miedo, Ripley no pierde la cabeza. Usa la inteligencia, conserva el control, utiliza sus armas y gana.
Mujer 1- Alien 0
Lo bueno de las películas (y de las novelas) es que siempre
puedes echar un cable a tu protagonista (de hecho, he leído que fue el empeño
del productor lo que salvó a la teniente, Scott quería acabar hasta con
el gato). En la vida las cosas no son así, son más ingobernables e injustas, y hace poco, en una reunión familiar, surgió
una discusión acerca del miedo y a propósito de ese lema que corre por las
redes (siempre por motivos terribles) y que dice: Libres, no valientes.
A mi hermano no le gustaba. Decía que le preocupaba que,
impulsadas por el eslogan, dejáramos de tener miedo, actuáramos con imprudencia
y, por tanto, tuviéramos más probabilidades de convertirnos en víctimas.
Me enfadé. Le corté antes de que terminara de hablar, le
dije que la solución no podía pasar por llegar a casa antes de las diez, que
bastante miedo habíamos pasado ya (seguimos pasando) y que me parecía terrible avivar
esos temores en lugar de poner el foco en quienes lo causan. Entonces, mi
hermano, en lugar de replicarme, abrió su bolsa de viaje y junto al portátil,
el móvil y las llaves, apareció un spray de pimienta, una navaja suiza, un
llavero alarma…
Antes de que penséis que mi hermano es un poco paranoico (o
un loco peligroso) debería explicaros que han entrado dos veces a robar a su
casa, una cuando estaba fuera y otra con ellos dentro. Lo que quiero decir —lo
que le dije aquel día— es que entiendo ese miedo y estoy de acuerdo en que el
mundo es un lugar imprevisible y peligroso, pero también creo en la utilidad de los
mensajes y en la importancia de enviar el correcto. Por eso comparto ese Libres, no valientes y por eso me gusta
tanto el mensaje de Alien, más allá de
que Ripley sea una mujer (pero aún más significativo porque lo es): no permitas
que el miedo te paralice.
Es la cita con la que comienza Lo que arriesgué por ti. Fue un añadido de último minuto, porque no
fue hasta el final cuando comprendí que las dudas de la protagonista,
muchas de sus acciones o sus inacciones, tenían que ver con el miedo. Y no, no
es que piense que es más propio de una mujer tener miedo (ahí está mi hermano
para demostrarlo y os aseguro que mi hermano es mi héroe particular, él es el
montañero, el aventurero y el emprendedor), pero sí es cierto que tenemos tanto
que temer, tantas amenazas reales o imaginarias, tantas presiones y
condicionantes, que no siempre podemos ser como Ripley. El miedo nos estanca o nos empuja a lugares equivocados. Nos hace tomar malas decisiones.
Algo de eso le sucede a Antje (y, aunque haya empezado con Ripley, reconozco que era de ella de quien quería hablar). En parte porque, si habéis leído Nadina o la atracción del vacío, ya conocéis a Dima, y sabéis cómo de conflictivo, de delicado, puede ser tratarle —como esos materiales que hay que manipular con cuidado para que no nos estallen entre los dedos—, podéis imaginar cómo es lidiar con los cambios de humor, con las malas costumbres, con la carga emocional (incluso delictiva) que acarrea consigo. No, Dmitry no da el perfil de yerno ideal, y yo quería para él una mujer capaz de hacerle frente, que pudiera ser barrera de contención y playa, pero también debería advertiros de que (como otras veces) Antje no es una protagonista convencional. Parece y es dura, se sale de los márgenes tácitamente establecidos y toma decisiones que incluso a mí me generaban un conflicto. Tiene que hacer frente a muchas presiones, muchos temores, y el más recurrente es el de equivocarse.
Algo de eso le sucede a Antje (y, aunque haya empezado con Ripley, reconozco que era de ella de quien quería hablar). En parte porque, si habéis leído Nadina o la atracción del vacío, ya conocéis a Dima, y sabéis cómo de conflictivo, de delicado, puede ser tratarle —como esos materiales que hay que manipular con cuidado para que no nos estallen entre los dedos—, podéis imaginar cómo es lidiar con los cambios de humor, con las malas costumbres, con la carga emocional (incluso delictiva) que acarrea consigo. No, Dmitry no da el perfil de yerno ideal, y yo quería para él una mujer capaz de hacerle frente, que pudiera ser barrera de contención y playa, pero también debería advertiros de que (como otras veces) Antje no es una protagonista convencional. Parece y es dura, se sale de los márgenes tácitamente establecidos y toma decisiones que incluso a mí me generaban un conflicto. Tiene que hacer frente a muchas presiones, muchos temores, y el más recurrente es el de equivocarse.
Y si
Nadina tenía esa actitud un tanto inconsciente o incluso temeraria
respecto al peligro, aquí es todo lo contrario. Antje es mucho más
calculadora, más racional y previsora y, como la Ripley de Alien, no puede permitirse demostrar que está asustada.
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Hace unos meses descubrí a Suranne Jones y desde entonces no imagino otra Anjte |
Yo espero que, cuando la conozcáis, también estéis de acuerdo. Pero excepcional o no, sí puedo aseguraros algo. En esta historia tampoco va a ganar el miedo.
Mira que te gusta ponérnoslo difícil con tus personajes, Marisa. Pero es una de las cosas que más disfruto de tus historias, esos conflictos de los que hablas y que generas en nosotras también.
ResponderEliminarDeseando conocer a Antje y volver a encontrarme con Dima :)
¡Mua!
Pues conflictos va a haber un rato!! XD Pero también emoción y de corazón espero que todo compense ❤ Gracias por pasar por aquí, Mónica, pero sobre todo gracias por arriesgarte una vez más conmigo *_* ¡¡Besos grandes!!
ResponderEliminarains... qué ganitas tengo ya, y tú poniéndonos nerviosas!!
ResponderEliminarBuena entrada, me gustó mucho esa película y coincido en que rompió moldes. Y fíjate, no sabía que lo de Sigourney fue "secundario" y ocasionado por costes. Lo bordó
Un besote
Es curioso, ¿verdad? Al menos esa desigualdad en cuanto a costes sirvió para darnos un gran personaje, y estoy segura que Sigourney Weaber subiría el caché en las sucesivas entregas, con lo cual ahí también tenemos final feliz ;) Un beso, Pepa, y no me lo tengas en cuenta, la que está de los nervios soy yo!! XD
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